Prof. Alfredo Soto Ortega
Tal vez relativamente pocos sepan que Francisco, el Santo, es el Patrono de la Ecología, declarado oficialmente por el papa Juan Pablo II el 29 de noviembre de 1979. Muchas veces “San Francisco” ha sido llamado “hermano universal”, y no solo por otorgarle un título original, sino porque, de hecho, fue un verdadero hermano de la tierra, del agua, del fuego, de las plantas, de los insectos, y hasta del sol, la luna y las estrellas. Llamaba a todas las criaturas “hermanos” y “hermanas”.
San Francisco no quería que se talara un árbol si no era absolutamente necesario. Retiraba los gusanos de los caminos muy transitados para que nadie los pisara. Sumergía las manos en el agua limpia y bebía en el cuenco de sus manos, alabando al Creador que la hizo “útil, humilde, preciosa y casta”.
En cierta ocasión, Francisco hizo un bonito sermón a los pájaros más pequeños. Les dijo que debían agradecer mucho a Dios, pues Él les da las frutas para alimentarse, el aire puro para volar y los árboles para hacer sus nidos. Y vino una gran bandada a escuchar el sermón. Se quedaron quietos y escucharon atentamente hasta el final. Todo eso es más que motivo para convertir a San Francisco en el patrono de la ecología.
Usted se preguntará: ¿y qué tiene que ver San Francisco con la ciencia?
Hoy vivimos en un mundo que acostumbramos a llamar “mundo de la ciencia y la tecnología”. Este mundo enseña a mirar todas las cosas como simples objetos que se pueden desmontar pieza por pieza, intentando descubrir su secreto íntimo, para así conocerlas, dominarlas y explotarlas. Por este camino, el ser humano muchas veces se ha desviado y termina agrediendo a la naturaleza para satisfacer sus apetitos insaciables de riqueza y poder, destruyendo hábitats, fauna y ecosistemas, y generando polución y contaminación.
Ese es el camino inverso al de San Francisco.
Sin embargo, algo que está ocurriendo con fuerza en los últimos tiempos —y de manera beneficiosa para ambas partes— es la fusión de actividades científicas con las turísticas. Muchas decisiones en el turismo, especialmente aquellas que implican planificación o conservación, se basan hoy en estudios científicos. Estos análisis permiten redirigir intereses hacia la conservación o la regeneración de suelos, así como realizar estudios minuciosos sobre la biodiversidad, el impacto de especies invasoras y los efectos del cambio climático en los ecosistemas.
Tanto es así que, en muchas ocasiones, quienes operan en el turismo sienten la necesidad de capacitarse en los últimos descubrimientos científicos, o al menos enriquecer los relatos que comparten con los visitantes que llegan desde diferentes partes del mundo. Estos viajeros recorren nuestros parajes buscando historias y respuestas —casi “in situ”— sobre la evolución del planeta. Y así encontramos escenarios que lo permiten.
Un guía de turismo bien preparado y disciplinado está atento tanto a lo que ocurre en el momento como a los conocimientos adquiridos en seminarios y talleres científicos. De este modo, el legado ecológico de San Francisco se manifiesta hoy con el respaldo de la ciencia, convirtiéndose en principios y lineamientos que son aprovechados por las actividades turísticas.
La fusión de la ciencia y el turismo nos da la certeza de que hay un camino mejor, tanto en contenidos como en prácticas. Aunque la ciencia siempre parte de preguntas, su esencia es buscar respuestas.
Desde esta tribuna, saludamos eventos recientes como el seminario “Una Inteligencia Turística” o el encuentro de Ciencia y Cambio Climático, así como la implementación de acciones de Comunidades Portal, que acercan definitivamente a las personas a sus parques y reservas naturales.
Cada año, en los World Travel Awards, Chile es elegido como el mejor destino de turismo aventura. La belleza y diversidad natural del país le otorgan ese reconocimiento constante. Sin embargo, esta atracción también presenta un desafío de gestión para los destinos más visitados.
¿Qué hemos hecho mal?
La sobrecarga turística es un claro ejemplo de las consecuencias de una promoción desmedida y sin planificación. Muchas veces no se considera la capacidad de carga de un lugar ni el límite aceptable de cambio. Esto ha generado problemas de sobreturismo y falta de gestión en destinos como Torres del Paine en Chile, el monte Everest y en las protestas en Barcelona.
El turismo regenerativo busca reparar y transformar estas malas prácticas del pasado. Es fundamental priorizar a las comunidades locales y garantizar que los visitantes se adapten a sus realidades.
Debemos cambiar nuestras conductas y adoptar un enfoque responsable hacia el turismo. Cada uno de nosotros puede decidir a quién invitar a la Ruta de los Parques, utilizando mensajes claros en la promoción y estableciendo reglas y protocolos para la visita.
Esto incluye:
Fomentar el consumo local.
Preferir artesanías producidas en la región.
Respetar la fauna nativa.
Disfrutar de experiencias auténticas.
El pasado 12 de octubre, la costanera de Puerto Natales fue escenario de una jornada única: la realización del Chapuzón de los Fiordos 2025, evento que congregó a más de 1.500 personas, y que tuvo como protagonistas a más de 800 participantes que se sumergieron en las frías aguas del canal Señoret, en pleno corazón de la Patagonia.
Esta actividad, que se ha consolidado como una de las más esperadas por la comunidad y el sector turístico local, marcó una vez más el inicio simbólico de la temporada turística en la Provincia de Última Esperanza. Su creciente popularidad, tanto a nivel local como nacional, demuestra el arraigo y la identidad que representa para la ciudad.
En esta edición, el evento cobró especial relevancia al coincidir con el arranque de la Cumbre Mundial de Turismo Aventura (ATTA 2025), lo que le otorgó una proyección internacional sin precedentes. La presencia de visitantes extranjeros, operadores turísticos, medios especializados y creadores de contenido, aportó visibilidad al destino y fortaleció la imagen de Puerto Natales como un referente del turismo de naturaleza y aventura.
Durante toda la jornada, los asistentes pudieron disfrutar de una programación diversa y familiar, que incluyó clases masivas de baile, música en vivo, muestras artísticas locales, ferias de emprendedores y gastronomía. La actividad fue pensada no solo como un espectáculo, sino como una experiencia participativa que integrara a turistas, habitantes y actores del turismo en un ambiente seguro y festivo.
El Chapuzón de los Fiordos 2025 fue organizado de manera colaborativa por los gremios del turismo de la provincia, con un alto nivel de coordinación territorial. La realización del evento fue posible gracias al apoyo del Gobierno Regional de Magallanes y el respaldo de SERNATUR, instituciones que han sido clave para potenciar el desarrollo de experiencias turísticas con identidad local y proyección global.
A pesar de las condiciones climáticas propias de la primavera patagónica, el evento se desarrolló con normalidad y alta participación, lo que fue valorado por todos los sectores involucrados. Su ejecución demuestra que, incluso en los escenarios más australes del país, es posible generar actividades masivas, sostenibles y con sentido de pertenencia.
La exitosa edición 2025 confirma al Chapuzón de los Fiordos como una iniciativa que no solo promueve el turismo, sino que también fortalece el tejido social, activa la economía local y proyecta a Puerto Natales como un destino con personalidad, resiliencia y visión de futuro.
Prof. Alfredo Soto Ortega
En un viaje realizado el año pasado por la Isla Tierra del Fuego y por las pampas que dan hacia el Atlántico, tuve el privilegio, mientras conducía por la carretera, de apreciar en toda su magnitud un guanaco de color blanco. Casi lo dejo atrás por la velocidad a la que iba en el vehículo, pero me detuve sin pensarlo dos veces, retrocedí y me acerqué lo más posible con el lente de mi cámara.
Este ejemplar, un macho adulto, no se asustó ante mi presencia. Mantuvo respetuosamente una distancia prudente, lo que me permitió interactuar visualmente con él mientras pastaba tranquilamente.
Antiguamente, y sobre todo para los pueblos originarios, las especies que destacaban por su pelaje blanco —fuera de su color natural— eran, en algunos casos, consideradas señales divinas o símbolos sagrados. Se creía que estos animales promovían el buen destino en desplazamientos, cacerías y abundancia en general, especialmente entre pueblos nómadas.
Existe evidencia de que muchos pueblos nativos y prehistóricos se volvieron nómadas justamente al seguir los tránsitos de estos cuadrúpedos, que, en su búsqueda de buenos pastos, emigraban constantemente hacia el sur. Esto ocurrió especialmente cuando los cambios climáticos se volvían más rigurosos y escaseaban los alimentos, contribuyendo de manera significativa al desplazamiento humano en su épica migración por los infinitos paisajes de América.
En nuestro país, las llamas, alpacas, vicuñas y guanacos conforman el grupo de los camélidos sudamericanos. Estos animales se registran en Sudamérica desde hace millones de años y, por tanto, forman parte de su fauna autóctona. Del total de especies, dos son domésticas: la llama y la alpaca, predominantes en el norte de Chile. Las otras dos, la vicuña y el guanaco, son especies silvestres.
El guanaco abunda en la Patagonia y sus amplias pampas. Aunque no son altiplánicas, sus condiciones latitudinales se asemejan a los ecosistemas de altura. Su vegetación se vincula a la propia de la Puna atacameña y a los pastizales de las grandes montañas del centro del país.
En nuestra región, el guanaco ha sido siempre un animal emblemático, tanto por su avistamiento frecuente como por su relevancia en el turismo. Es común verlo cerca de los caminos, y no por nada es considerado el mamífero terrestre más grande de Chile. Estos encuentros, especialmente en el Parque Nacional Torres del Paine, son una experiencia destacada para visitantes. Sin embargo, actualmente se pueden observar grupos incluso en puntos más australes, como la Ruta 9 entre Punta Arenas y la comarca de Última Esperanza.
Sus rostros amigables, sus grandes pestañas y su forma simétrica de masticar mientras disfrutan de los pastos abundantes cautivan tanto a grandes como a chicos. Además, su presencia activa contribuye a la regeneración de los suelos, ya que forman parte de circuitos migratorios estacionales. En época invernal, los guanacos se agrupan y migran a zonas menos afectadas por la nieve y el hielo, especialmente en las periferias de los grandes lagos de la región, que influyen en la regulación del microclima.
Entre los peligros que enfrentan está su principal depredador: el puma. Este felino, estratégico por naturaleza, suele atacar cuando detecta el momento de mayor debilidad en la manada, especialmente a individuos enfermos o ancianos.
Estudios sobre su comportamiento y su impacto en el entorno han demostrado que el guanaco tiene un valor ecológico incalculable. Se lo ha llegado a considerar un verdadero jardinero natural, debido a su capacidad para ayudar a la regeneración del bosque esclerófilo, un ecosistema altamente degradado en la zona central de Chile por la acción humana y la megasequía.
Así, el guanaco está siendo revalorizado por su servicio ecosistémico. Se plantea incluso su reintroducción en hábitats de los que alguna vez fue desplazado. En realidad, se trata de poner en valor no solo lo que fue, sino también lo que puede ser a futuro: un actor clave en la recuperación de suelos y paisajes que siempre le pertenecieron.
Prof. Alfredo Soto Ortega
Recientemente fui testigo del desarrollo de una “aventura invernal” ejecutada por valientes tanto mujeres como hombres de distintas edades en realizar la exigente prueba atlética y ciclista como lo fue la ya famosa y masiva Biatlón del Solsticio en la comuna de Torres del Paine. Prueba que, es muy probable, y con varias consultas y conversaciones con los mismos participantes, obviamente ellos interesados en hacer algo distinto, probarse en los limites de la exigencia física y enfrentando condiciones extremas, muy pocos asociaban sus ejercicios de deportes y de la misma recreación en vincular esta prueba con una serie de símbolos a los que hay que destacar. Esto, teniendo en cuenta que se reluce justamente en un proceso natural del planeta antes la presencia del “Sol Quieto” o bien como lo conocemos el Solsticio de Invierno, la “noche más larga” o el “Día más corto”, en fin.
Otros símbolos para destacar son los asociados a costumbres y hábitos de vida invernales de quienes fueron los forjadores de vida en estos territorios. Me estoy refiriendo a nuestros Aonikenk o Tehuelches, pueblo aborigen de la Patagonia Austral y que, por estos días invernales, en sus tiempos de transito por las pampas asumían también ceremoniales que hacían resaltar estos días del comienzo del invierno tal cual otras culturas de igual orden celebraban.
En invierno, los tehuelches realizaban migraciones desde la cordillera hacia la costa, buscando refugio y recursos en las zonas más bajas. Sus campamentos de invierno eran más permanentes que los de verano, que eran más cortos debido a la escasez de alimento y agua. La llegada del caballo, a partir del siglo XVIII, intensificó su nomadismo y amplió su movilidad.
Esta vez, y haciendo un parangón -guardando las proporciones- desde un ser nativo a uno más moderno y no a “caballo”, sino utilizando de las más diversas bicicletas, en marcas, tipos y modelos, con características que le permitan soportar caminos y ambientes rigurosos, hacían lo mismo… sus largadas desde las montañas en condiciones adversas de la presencia de nieve, lluvia y viento y agregando por la época las bajas temperaturas. Los Tehuelches hacían lo mismo, sus conductas nómadas los obligaba a bajar de las tierras altas para buscar territorios mas bajos y cercanos a las costas, solo para apalear el mal tiempo y generando espacios más templados.